Probablemente lo más
interesante de ciertas producciones artísticas contemporáneas sea la propuesta
de una construcción de subjetividad y de sentido alternativo a lo dado, a lo
establecido. Entiendo, lo que denominamos arte como una herramienta,
dispositivo y territorio de producción de conocimiento y vínculos. Andrés
Labaké
Hace ya un tiempo, charlando con mi curiosa amiga
Aida Loya en los jardines de las Torres de Abasto, me habló de la existencia de
algo que hasta ese momento desconocía: la biodescodificación. Desde aquel
momento intenté descubrir de que se trataba aquello, leí mucho e hice algún curso.
Según la biodescodificación todas
las enfermedades las que están causadas por un conflicto emocional no resuelto,
por algún tipo de sentimiento no consciente que se proyecta en el cuerpo.
Pretende, entonces, encontrar el significado emocional de las enfermedades con
la intención, a partir de allí, buscar la forma de sanar. Para esta concepción
existe algún tipo de relación entre el síntoma físico del
enfermo y su entorno familiar que es donde se encuentra la fuente del
conflicto.
Para
desprogramar los síntomas y los conflictos se realiza el análisis del árbol
genealógico, buscando el hilo conductor de la propia historia, el patrón lógico
y el trauma principal a lo largo de la vida para desmantelarlo. Cuando la
enfermedad emerge, la búsqueda de respuestas se remonta, no solo a la infancia
sino más allá. Todo lo traumático o doloroso que vivimos en la actualidad, ya lo
vivieron antes nuestros ancestros, y no lo pudieron superar, por eso los hechos
se vuelven a repetir una y otra vez, de forma cíclica, hasta que alguien
finalmente pueda sanar esa historia.
Toda
enfermedad empezaría con un suceso puntual, vivido con dramatismo y en soledad.
Una sensación que no podemos transmitir con palabras. Lo que advierte la
biodescodificación sería la existencia de otros conflictos que resuenan con el
desencadenante a lo largo de la historia de la persona (y de la prehistoria
también). Estos programantes van haciendo huella, son hechos puntuales unidos
por una temática. La temática de cada uno es nuestro hilo conductor, el riel
donde estallan nuestros conflictos.
Pero, ¿existe un vínculo entre la psique y la
enfermedad?
Los críticos de la biodescodificación la acusan de
considerar como causa suficiente y necesaria de cualquier enfermedad la
existencia de un conflicto emocional no resuelto. Esto equivale a decir que no
haría falta nada más para que se produjera la enfermedad. Esta concepción de
las enfermedades como causadas completamente por aspectos emocionales deja
fuera todo otro tipo de factores. Hablando de manera más general las
enfermedades son multifactoriales, es decir, no existe una causa única que
pueda explicar todas y cada una de ellas.
Si bien en muchas enfermedades los aspectos
psicológicos pueden resultar importantes esto no implica una relación directa
entre una emoción y una enfermedad o síntoma.
Freud teorizó sobre una tendencia a somatizar cuando
ciertas circunstancias internas o externas sobrepasan los modos psicológicos
habituales de resistencia, cuando una vivencia no puede ser procesada por el
aparato psíquico es el cuerpo donde habla. Para este autor, los procesos
mentales consisten en la circulación y distribución de una energía
cuantificable; cuando el aparato psíquico recibe excitaciones de origen externo
(estímulos) e interno (aquellas que denominó pulsiones; el hambre
o la excitación sexual, por ejemplo) se ve en la
necesidad de procesarlas. Pero, a veces la mente no puede lidiar con ellas, ya
sea porque son demasiadas, o bien porque son muy intensas, o incluso porque el
sujeto no sabe qué hacer con ellas; entonces, pareciera que se obstruye la capacidad
de representación o elaboración de las demandas pulsionales que el
cuerpo dirige a la psique. El síntoma psicosomático se produciría, entonces,
por un fallo en la capacidad para representar un conflicto.
Algunos psicoanalistas entienden al sujeto como
sujeto de grupo (familiar-social), un sujeto en permanente relación con otros,
que recrea aquello que recibe del medio que lo rodea. Una subjetividad que se
produce en un agenciamiento de enunciación.
Las funciones familiares y la inscripción a una
genealogía conllevan un valor preponderante que para la constitución psíquica y
los procesos de subjetivación. Cada sujeto es eslabón de una cadena
generacional, correa de transmisión, desde una generación a otra, de mitos de
origen, valores, ideologías, emblemas. Desde su llegada al mundo, el grupo
carga al niño como voz futura a la que se le solicitará que repita los
enunciados y que garantice así la permanencia cualitativa y cuantitativa del
grupo. Es la una estructuración simbólica, una matriz de modelos y valores
identificatorios. Pero, a su vez, a través de la familia se expresan las
relaciones de poder del socius y que forman parte de la forma de habitar el
propio cuerpo.
Desde el
paradigma cartesiano, o científico, transpolado al estudio de los fenómenos
sociales y humanos se degradan algunas prácticas por considerarlas pseudo
científicas. En muchos casos con razón, ya que muchas de estas carecen de un
necesario rigor teórico conformando una sopa ecléctica.
Sin embargo la
vida comporta un alto grado de complejidad, de heterogeneidad. La vida en su
esencia es proceso de creación. Por ello la alternativa ante el paradigma
científico se presenta como la constitución de un paradigma estético, un
paradigma de creación estética, que subvierta el mundo de valores de mercado y
abra la posibilidad de recuperar la pluralidad del mundo.
En la relación entre la subjetividad y el mundo
interviene algo más que la dimensión psicológica, que nos permite situarnos y
funcionar en este universo, es algo que captamos más allá de la percepción,
pues esta solo alcanza lo visible; y es algo que, cuando lo captamos, nos
afecta más allá de los sentimientos.
Esto produce una sensación de extrañamiento, de
malestar que no ubicamos en el mapa de sentido conocido. Para librarnos del
malestar nos vemos forzados a decodificar la sensación desconocida y
transformarla en signo.
Sin embargo, este signo no tiene nada que ver con
explicar o interpretar, sino con inventar un sentido que lo haga visible y lo
integre en el mapa de la existencia vigente operando una transmutación. La obra
de arte consiste en este desciframiento. Es el arte, por tanto, una práctica de
desciframiento de signos y producción de sentido. La práctica estética es la
forma de problematizar el mundo.
El arte es una práctica de experimentación que
abraza la vida como potencia de creación y promueve un desplazamiento en el
mapa de la realidad, movilizando la
subjetividad en su potencia para vibrar ante las intensidades del mundo y
descifrar los signos formados por sus sensaciones.
Dice Deleuze que la neurosis, la psicosis no son fragmentos
de vida, sino estados en los que se cae cuando el proceso (de producción de
sentido) está interrumpido, impedido, cerrado. La patología, en el campo de la
subjetividad, es el efecto de esta interrupción del proceso vital.
La la clínica tendría
como objetivo La cura tiene que ver con la afirmación de la
vida como fuerza creadora, con su potencia de expansión, lo que depende de un
modo estético de aprehensión del mundo.